Un único observador dispone de infinitas ondas de probabilidad que al ser colapsadas estructuran la realidad frente a él dando forma a los objetos y sus desplazamientos en el tiempo y en el espacio. Si estamos mirando un paisaje nuestra elección entre esta infinita cantidad de «recuerdos» dará forma a los árboles, los montes y las nubes.
Aunque se acerque un nuevo observador el colapso establecido no sufrirá ninguna alteración, pues el número ilimitado de ondas del nuevo observador interferirá de forma constructiva con las nuestras y la realidad no cambiará ante nuestros ojos, cumpliéndose el modelo matemático relacionado con el infinito: el total no es mayor que las partes que lo forman. Infinito más infinito da de nuevo el infinito.
Desde sus orígenes la parapsicología se percató de que la mente no debía encontrarse en su estado ordinario para producir fenómenos paranormales (algo que ya afirmó Platón en su diálogo Tímeo). Fuertes emociones, estados transformados de consciencia, depresiones o diversos agotamiento psíquicos potenciaban la manifestación de los fenómenos; asimismo los sujetos con ciertas característica psíquicas eran más propicios a provocarlos. Mientras la mente se encuentra en su estado común el factor psi estructura la realidad dentro del colapso establecido, pero cuando se altera al observador sea por complicaciones de la vida, intencionadamente e incluso por medios artificiales su habito de estructuración se perturba. La realidad se edifica tal y como lo percibimos gracias a la acción conjunta de todos los seres vivos, y las alteraciones son lo que conocemos como fenómenos paranormales.
Bajo la óptica del colapso no existe pues transferencias o influencias energéticas, sino perturbaciones en el colapso establecido.
Un sujeto parece haber captado el pensamiento de otro cuando en verdad lo que se está produciendo es una reestructuración de la realidad. Un contenido psíquico coincide con otro contenido psíquico o con el desarrollo de un suceso físico debido a que esa realidad que nos incluye a nosotros mismos, a nuestros propios cuerpos y nuestros propios cerebros, es colapsada ininterrumpidamente por el conjunto de la vida. Lo que hemos entendido como percepción extrasensorial, lo que Jung y Pauli bautizaron como sincronicidad, es la estructuración de las mentes que dependen hasta límites insospechados de los demás individuos. La retrocognición o la premonición no son «ver» el pasado o el futuro, sino la línea trazada desde el atemporal «ahora» del observador interior que hace coincidir los acontecimientos por su significado en lo que la mente común traduce como el presente.
Un objeto puede modificarse físicamente, levitar, atravesar la materia o realizar desplazamientos imposibles debido a que hemos traducido erróneamente la naturaleza última del movimiento.
Francisco Máñez.
Ilustración: www.lilithvonalexanderart.wordpress.com