19/11/22

LA ENSEÑANZA DE LOS LAMAS



Aumentar el potencial de producción mental es por tanto el centro de la enseñanza religiosa de los tibetanos.

Los ejercicios que constituyen la formación de un joven monje tibetano se basan en el dominio de la respiración (que le permite alcanzar la serenidad del espíritu) y una práctica intensa de la meditación. Esta se apoya en el «kylkhor», un diagrama diseñado sobre una tela, escrito sobre un papel o grabado en una piedra.

Los «kylkhor», más elaborados, representan verdaderos mundos en miniatura. En el centro de ellos se encuentra un personaje, a menudo una divinidad tutelar, llamado «yidam». A medida que va progresando, el joven monje logra dar vida a sus «kylkhor», es decir, hace que las escenas que están allí dibujadas (y sobre las cuales aplica su meditación) se vuelvan realidad. El alumno logra, al finalizar su iniciación, comprender que todo fenómeno en este mundo no es más que un espejismo que surge de su imaginación. De este modo logra dominar sus temores y sensaciones.

Se considera que un lama que alcanza este estado puede resistir el frío y sobrevivir una noche desnudo en la nieve, ya que el sentimiento de calor o de frío que aparece es una ilusión del espíritu que él combate con otra ilusión, estimulando de ese modo con su voluntad, el calor interno de su cuerpo. El espíritu, por ello, nada tiene que temer a la materia, al disponer poder para controlarla completamente y tener la capacidad de burlarse de ella. La proyección de tulpas esta insertada en esta lógica.

Las sesiones durante las cuales nacen los tulpas no tiene punto de comparación con las del «espiritismo occidental», ya que pueden realizarse a plena luz y carecen de necesidad de la presencia de un médium.

Alejandra David-Neel cuenta que fue testigo de la creación de estas formas mentales. En una de estas ocasiones vio aparecer un doble exacto del hombre que realizaba el experimento y pudo incluso tocarlo. La forma que se originó tenía, sin embargo, poca consistencia y se desvaneció poco a poco. En otra ocasión, vio aparecer al doble de un lama que ella conocía y que se encontraba a varios kilómetros de allí. Ella misma se ocupó en verificar la posibilidad de lograr este tipo de creaciones. Después de algunos meses de intensa concentración, logró hacer aparecer un personaje que, según su relato, también fue visto por otros testigos.

Pero su espíritu poco experimentado le hizo perder el control de su creación, por lo que su aspecto se fue modificando hasta llegar a ser extremadamente inquietante. Con gran esfuerzo, Alejandra, logró alejarse de su espíritu y desapareció para siempre. Pero, según dicen los tibetanos, a veces sucede que la aparición sigue existiendo por sí misma y lleva una vida independiente de su creador.